Bugallo,
con las ficciones que le ofrece el lenguaje de la pintura, vuelve a mirar a la luz
de su propio espejo las oscuras y misteriosas ficciones de la pintura de otros
siglos, cuando el artista guardaba para sí los secretos del oficio y dejaba sólo la
expresión de sus modelos.
Ya no hay artificio de la naturaleza. A lo
más que "se parece" la Gioconda de Leonardo es a la pintura de la Gioconda de
Leonardo. Y lo más "parecido" a la pintura de la Gioconda de Leonardo es otra
pintura, hecha por algún moderno, sobre aquella antigua Gioconda de Leonardo. El lenguaje
se sabe lenguaje. Y Bugallo juega con esto: le pone luz a la sombra. Llama ficción a la
ficción. Y reconoce que el arte está tan íntimamente unido a nuestra percepción más
general, que ya es como si fuera "naturaleza".
María Elena Ramos |